miércoles, 7 de mayo de 2014

El “izquierdismo”, enfermedad infantil de nuestra izquierda, por Manolo Gamella


El “izquierdismo”, enfermedad infantil de nuestra izquierda

No hace falta ser leninista para apreciar el buen sentido de la crítica de Lenin (El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo), ya en 1920, frente a propuestas anarquistas, de “dictadura de las masas”, de desprecio por la lucha sindical, o de rechazo a la participación en instituciones parlamentarias y en coaliciones o compromisos.

  • Mucho tiempo y muchas cosas han pasado, pero las viejas dolencias nunca mueren, sólo se transforman, y en nuestra izquierda siguen vivos debates similares, rejuvenecidos y actualizados generación tras generación. Éstos son ahora algunos:

  • El “poder popular”. En estados con voto libre y universal (desde luego muy distintos del que Lenin combatió en 1917) la decisión popular tiene que manifestarse en los resultados electorales, sin que esto signifique que los ciudadanos deban limitar sólo a esto su actividad política. Defender otra cosa es tomar por  todo el pueblo a una parte minoritaria de la ciudadanía a la que se otorga, sin ninguna razón objetivable, la capacidad exclusiva de definir el bien general.

  • La supremacía de los “movimientos”. Los movimientos sociales son la expresión necesaria de la vitalidad de una comunidad, pero por su propia naturaleza son múltiples, parciales, y muchas veces contradictorios. La función de las organizaciones políticas no es controlar estos movimientos, pero tampoco dejarse llevar por ellos. Para cualquier proyecto político coherente no vale todo lo que se mueva, aunque lo que se mueve constituye un factor imprescindible para contar con la realidad de los problemas y con las fuerzas sociales existentes. La izquierda política, en concreto, necesita integrar en un proyecto viable las aspiraciones de progreso social manifestadas por muchos de estos movimientos,  llámense mareas, plataformas, marchas o de cualquier otra manera, y de modo especial las que provienen del mundo del trabajo y de sus organizaciones sindicales.

  • El “cambio de sistema”. Podemos llamar sistema al conjunto de normas constitucionales de la política o, más ampliamente, a las estructuras de poder económico y social predominantes. Naturalmente una izquierda radical no puede aceptar estos sistemas como inmutables, pero tampoco puede tomarlos como realidades monolíticas que haya que cambiar de golpe, y no paso a paso según se consigan con trabajo los apoyos sociales necesarios. Las ilusiones supuestamente revolucionarias en este sentido pueden conducir a resultados diametralmente opuestos cuando esos apoyos no existen.

Las manifestaciones de estos tipos de izquierdismo pueden resultar estimulantes para ciertos militantes convencidos, pero chocan con la lógica de la sociedad y, aún más, con la posibilidad de cambiar realmente las cosas.

Manolo Gamella

No hay comentarios:

Publicar un comentario