lunes, 25 de febrero de 2013

“Esto lo arreglaba yo…”, por Manolo Gamella


Esto lo arreglaba yo…

Uno de los subproductos más notables de la actual crisis económica es el aumento del descrédito de los políticos, y del rechazo a sus abusos, corrupciones y corruptelas, que no son de ahora, pero que es ahora que vienen tan mal dadas cuando más indignan. Por desgracia estas indignaciones no suponen per se ninguna garantía de lucidez y, con demasiada frecuencia conducen a aquello tan castizo de "esto lo arreglaba yo..."

Sin ser exhaustivo ahí van algunos ejemplos de ideas que se oyen por aquí o por allá, y que resultan por lo menos discutibles:

  • Representantes más cercanos. Ahora son por provincias a escala general, y por provincias o zonas a escala autonómica, pero a los más partidarios les parece poco y quisieran mayor cercanía: por barrios en los pueblos, por comarcas o, puestos a arreglarlo del todo, por distritos de un solo representante (como los anglosajones) para elegir bien "al nuestro". Con estos sistemas es difícil evitar que opciones relativamente mayoritarias obtengan representaciones aún más desproporcionadas que las que ya ahora sufrimos, habría distritos en los que, por su composición social, el resultado sería prácticamente fijo, y se potenciaría la defensa de intereses locales particulares frente a los de política general. Además se estimularía a los gobiernos a manipular el diseño de los distritos para optimizar sus resultados (en los países anglosajones esto es tan habitual que tiene un nombre: gerrymandering). Para representar legítimamente los intereses locales es mucho más eficaz una clara división de competencias entre los organismos representantes de los territorios (como podría ser el senado) y los de todos los ciudadanos.

  • Listas abiertas. La posibilidad de votar a candidatos de distintas listas parece atractiva, pero es difícil diseñar así sistemas prácticos que mantengan una justa proporcionalidad entre distintas opciones, y además experiencias como el sistema actual para el senado muestran que en realidad pocos votantes combinan sus votos (generalmente de formas poco coherentes). Una variante son las listas no bloqueadas para permitir cambiar el orden dentro de la elegida pero, excepto con listas muy cortas (con los problemas indicados en el punto anterior), es difícil que los ciudadanos tengan criterios suficientes para una ordenación informada, lo que conduce a sesgos a favor, o en contra, de los pocos candidatos más conocidos, no siempre por causas políticamente razonables.

  • Elecciones primarias. Están de moda por imitación a EEUU, pero son problemáticas para un sistema eficaz de partidos, el único que representa proyectos políticos sin depender necesariamente de las fuerzas económicas y mediáticas dominantes. Intentar combinar partidos funcionales y primarias abiertas conduce a una debilitación de éstos porque desincentiva la afiliación, y si se limitan sólo a los afiliados pueden dar lugar a dualidades inestables entre los organismos internos y los candidatos elegidos (como ya mostraron Borrell y Almunia hace unos años en el PSOE). Las primarias sesgan la representación política aún más que las listas no bloqueadas a favor de los políticos con mejor proyección mediática, dando un poder desmesurado y escasamente democrático a los grupos de presión dominantes. Las medidas, incluso legalmente coercitivas, para mejorar la democracia interna en los partidos me parecen soluciones más adecuadas para lo que aquí se pretende.

  • Referendos. Puede parecer que recurrir al voto de todos los ciudadanos para la decisión directa es la solución más democrática, pero las decisiones posibles son demasiadas para esto y, aunque se pudieran encontrar criterios para seleccionar las más relevantes, este procedimiento es demasiado inflexible (preguntas breves y concretas) para resolver de manera realmente democrática los detalles necesarios. Estas dificultades sólo me parecen superables cuando se trata de ratificar (literalmente "refrendar") o rechazar opciones fundamentales ya bien definidas, como los cambios constitucionales.

  • Iniciativas Legales Populares (ILP). Las ILP para poner a debate proyectos de ley tienen problemas parecidos a los referendos, aunque atenuados por la posterior acción parlamentaria. Pero por eso mismo su efectividad directa es también muy limitada y, a efectos prácticos, son más un instrumento (que como tal puede ser útil) de legítima movilización y presión social que de auténtica representación democrática.

  • Democracias participativas, directas, electrónicas... Las medidas que puedan ampliar y mejorar la participación democrática informada de los ciudadanos son sin duda deseables, siempre que no se intente sustituir la representación de todos por la de los más disponibles, o particularmente motivados o interesados por los temas de que se trate. Pretender así una democracia "directa" es ilusorio, por atractivo que pueda resultar en momentos de agitación (como los que han movido a nuestro 15M). Es verdad que el desarrollo de las redes electrónicas ofrece nuevas y crecientes posibilidades para ampliar las formas de participación, y seguro que el funcionamiento democrático irá utilizando cada vez más estos medios, pero tendrá que ser de modos que traten adecuadamente las mismas dificultades indicadas en los puntos anteriores, y teniendo muy en cuenta que un buen sistema político necesita asegurar la reflexión y la responsabilidad de quienes deciden respecto a las consecuencias de las decisiones. El abuso de la irresponsabilidad y del anonimato en las actuales redes sociales es un aviso de los peligros a afrontar.

Nada de esto implica que no haya mucho que mejorar en los sistemas de representación y participación democrática, pero es preocupante que el camino del infierno esté tantas veces empedrado por las mejores intenciones.

Manolo Gamella

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