jueves, 2 de agosto de 2012

LA CRISIS ACTUAL Y EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA COMO IDEA SOCIALISTA. (II)

CRISIS ACTUAL Y EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA COMO IDEA SOCIALISTA. (II)

Las actuales inflexiones autoritarias de los regímenes democráticos son, al mismo tiempo, mediaciones para la compatibilización de la democracia con la tutela del capital financiero y por tanto mediaciones para reducir las resistencias populares a la eliminación de la protección social. Pero los regímenes actuales son, principalmente, decadencias destructivas de los Estados de Derecho democráticos y de las conquistas de la social-democracia. Ello implica una vieja ironia: la destrucción de los aparatos institucionales de control y aseguramiento de derechos, en el propio mercado ( incluso contra los intereses inmediatos de la mayoría de los capitalistas “internos” ) es promovida por la propia burguesia mundial, unificada en la tutela del capital financiero.

El positivismo-naturalista, que estuvo presente en la version del marxismo de la “Academia de Ciencias de la URSS”, siempre presentó uma version del capitalismo como una especie de secuencia “natural-fatal” de la Historia, cuya sucesión, también “natural-fatal”, sería el socialismo. Por ello, cuando he hablado de “modestia”, me refiero a que, históricamente, tanto los socialistas-marxistas como los socialdemocratas de izquierda nunca dieron relevancia a la formulación de una auténtica Teoria del Estado y del Derecho que no fuese apenas una réplica economicista de las tesis del iluminismo.


De igual modo, el capitalismo dejó de ser abordado como una auténtica “civilización”(1) con una enorme “riqueza de sentidos”, incluso portador de capacidad de “expropriar” la subjetividad obrera y transformarla. En esta expropiación, la clase obrera deja, históricamente, de ser una presunta clase-sujeto de la revolución, para afirmarse en la vida real como clase contratada por el orden, pero cuya preservación de los derechos conquistados depende del mantenimiento de la democracia política. Este contrato, al mismo tiempo que la ha mantenido como clase relativamente pacifica e integrante del orden, en las llamadas sociedades de “clases medias”, también la hace sujeto “llave” de la “nueva  revolución democrática”, ya que sin ella es imposible construir una salida para el desorden neoliberal, que precisa avanzar sobre los derechos de los trabajadores para viabilizarse.

La defensa de la democracia amenazada por el desorden neoliberal es el único terreno que puede sostener una ofensiva para la constitución de otro orden democrático efectivo. Un orden que controle la aparente espontaneidad del capital y lo domine, fuera de las instancias financieras autónomas, es decir, dominio por la expresión política de la sociedad civil, para que ella ejerza el control sobre los bancos centrales y sobre la distribución del dinero emitido.

         El “capital simbólico” a ser constituído por la izquierda, en este nuevo período histórico de la revolución democrática, generará la “transfiguración de una relación de fuerza en relación de sentido”(2). Podrá promover, por la economia reformada y por una nueva hegemonia ideológica, una acción política consciente de los sujetos del trabajo y de la emancipación. A partir de aqui se alimenta un nuevo modo de vida menos consumista y alienado, no orientado de modo exclusivo por el mercado, sino elegido por hombres conscientemente orientados.(3)

En estas condiciones, los nuevos patrones tecnológicos que exigiran una total reorganización de los procesos de trabajo no seguirán subyugando los intereses de los productores, y el capital ya no será propietario absoluto de los avances tecnológicos. Los valores de la produtividad ya no estarán a disposición para enriquecer principalmente a las clases medias y, especialmente, a las clases medias superiores y empresariales. El impacto de la distribución de la renta, forjada por políticas públicas concertadas entre estado y sociedad, bajo una nueva hegemonia, reordenará un nuevo Contrato Social. Esta estratégia democrática deriva del hecho de que las premisas económicas y tecnológicas recientes, transformarán la realidad que la izquierda debe lidiar. Las “revoluciones productivas” están alterando el modo de vida, cambiando la vida cotidiana de grupos y fracciones de clase, de los sectores asalariados y no asalariados.

A los excluidos, en general, ejércitos de reserva de la producción industrial, se añaden al dia de hoy los excluidos del conocimiento, subordinados a la cultura de masas; los excluídos de los nuevos patrones tecnológicos y de las nuevas técnicas de acceso al conocimiento; los excluídos, en general, de una vida segura en el mercado. Todo este cuadro hace urgente una agenda unitaria global para las izquierdas, pero cuando se habla de agenda "unitaria", en términos globales, no se quiere decir "programada” o “totalizante”.

Es ilusorio presumir que los movimientos "izquerdistas", en el sentido ya clásico, puedan - por ejemplo - valorizar elecciones y gobiernos. Ellos no tienen la meta de promover conquistas políticas dentro del  orden, ni tampoco de apoyar tácticamente la integración entre luchas sociales y acciones de gobierno. Para estas formaciones partidarias -frecuentemente distantes del mundo del trabajo real y originarias de las clases medias no totalmente absorbidas por el sistema- son irrelevantes las políticas concretas de reducción de las desigualdades. No importan las reformas educativas de democratización del acesso, políticas de crecimiento económico planteadas dentro del capitalismo. Estos avances solo pueden ser considerados importantes por las formaciones políticas que consideran estratégico colocar en el centro de su acción la defensa de la actual democracia, combinada con la defensa de uma nueva revolución democrática. El programa de esta revolución es, al mismo tiempo modesto y difícil: el control público del estado y la combinación de la democracia directa con la representación política estable, con origen en el voto universal.


(1) COMPARATO, Fábio Konder. “Capitalismo: civilização e poder”. Cópia fornecida pelo autor.
(2) Entrevista de Pierre Bourdieu a Leneide Duarte-Plon, publicada na revista CULT, nº 166, p. 35.
(3) Hoje em dia, a revolução é imediatamente criação, ou seja, afirmação da significação da transformação. Organizar a luta (a ruptura do tempo como conquista do porvir) é o mesmo que organizar a produção, ao passo que a produção é cada vez mais uma criação e, vice-versa, um devir: troca de trocas de pontos de vista, invenção da cultura dentro da relação. (COCCO, Giuseppe. “MundoBraz O Devir-Mundo do Brasil e o Devir-Brasil do Mundo”. Rio de Janeiro: Record, 2009, p. 93)

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